Cuando Verónica abrió las puertas de su casa para recibir a su sobrina Camila, jamás pensó que su vida cambiaría para siempre. Camila, de 19 años, había llegado a la ciudad para estudiar en la universidad y necesitaba un lugar donde quedarse mientras se adaptaba. Verónica, siendo la tía cercana y cariñosa que siempre había sido, le ofreció su hogar sin dudarlo.
Su esposo, Javier, pareció indiferente al principio. No era un hombre de muchas palabras, pero aceptó la decisión de su esposa sin objeciones. Sin embargo, con el paso de los días, Verónica comenzó a notar pequeños detalles que la inquietaban.
Las Señales Que Ignoró
Todo comenzó con miradas furtivas. Verónica atrapaba a Javier observando a Camila de una manera que la incomodaba, pero se decía a sí misma que tal vez estaba exagerando. Después vinieron los comentarios sutiles.
—Camila ha crecido mucho, ¿verdad? —dijo Javier una noche, con una sonrisa que no le gustó a Verónica.
—Sí… bueno, ya no es una niña —respondió ella con cautela.

A partir de ese momento, empezó a notar que Javier encontraba excusas para estar cerca de Camila. Se ofrecía a llevarla a la universidad, se mostraba especialmente atento cuando ella hablaba, incluso hacía bromas que hacían sonrojar a la joven.
Verónica trató de convencerse de que eran imaginaciones suyas, hasta que una noche lo descubrió todo.
La Verdad Sale a la Luz
Eran casi las 2 de la madrugada cuando Verónica despertó y se dio cuenta de que Javier no estaba en la cama. Extrañada, se levantó para buscarlo. Al bajar las escaleras, escuchó murmullos en la sala.
Se acercó con el corazón latiendo con fuerza y, desde la penumbra del pasillo, vio lo que nunca hubiera querido ver: Javier sentado demasiado cerca de Camila, hablándole en voz baja y con una mano sobre su pierna.
—No tienes por qué decirle nada a tu tía… Solo quiero ayudarte a sentirte cómoda aquí —susurró él.
Camila, con el rostro pálido, intentaba apartarse con nerviosismo.
En ese momento, Verónica sintió que la sangre se le congelaba. Su propio esposo… traicionando su confianza de la manera más vil.
La Decisión de Verónica
Sin pensarlo dos veces, irrumpió en la sala.
—¿Se puede saber qué está pasando aquí? —preguntó con la voz firme pero temblorosa de ira.
Javier se levantó de inmediato, fingiendo sorpresa.
—Amor, no es lo que parece…
Pero Camila no se quedó callada.
—Tía, lo siento… me ha estado incomodando desde que llegué, pero tenía miedo de decirte.
En ese instante, Verónica supo que no había nada más que discutir. Javier había cruzado una línea imperdonable.
Al día siguiente, sin darle oportunidad de justificarse, lo echó de la casa y presentó una denuncia.
Camila, aunque afectada, agradeció el apoyo de su tía. Verónica, por su parte, entendió que a veces el peligro estaba más cerca de lo que imaginamos, pero que nunca es tarde para hacer justicia.