Era una noche tranquila en casa de Andrés y Laura. Llevaban cinco años de matrimonio, y aunque la rutina se había instalado en sus vidas, seguían disfrutando de su compañía. Después de un largo día de trabajo, ambos se acomodaron en la cama para descansar.
Laura se quedó dormida rápidamente, pero Andrés no podía conciliar el sueño. Se removía inquieto, sintiendo una extraña ansiedad. Un sonido leve pero persistente llamó su atención.
Era un zumbido.
Al principio pensó que era su imaginación, pero al girar la cabeza vio algo moverse en la pared. Una cucaracha enorme se deslizaba lentamente hacia la cabecera de la cama.
Andrés sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No era un hombre miedoso, pero odiaba los insectos, en especial las cucarachas.
El problema era que la criatura ahora estaba sobre la almohada de Laura.
Misión de rescate
Andrés se paralizó. No podía simplemente golpearla sin despertar a Laura de un susto. Si lo hacía mal, la cucaracha podría escapar y esconderse en las sábanas.
Tenía que actuar con precisión.

Tomó aire, se puso en posición y, con extrema delicadeza, se subió encima de su esposa, colocando una rodilla a cada lado de su cuerpo para no aplastarla.
Con una mano tomó una chancla y con la otra intentó acercarse lentamente a la cucaracha sin hacer movimientos bruscos.
Pero justo cuando estaba a punto de dar el golpe final…
—¿¡Andrés, qué demonios estás haciendo encima de mí!? —Laura despertó de golpe, viendo a su esposo en una pose comprometedora, con los ojos abiertos como platos.
—¡No te muevas! —gritó él.
—¡¿Qué?!
Y en ese instante, la cucaracha decidió arruinarlo todo: salió disparada directamente hacia la cara de Laura.
El grito de terror que siguió fue tan fuerte que probablemente los vecinos pensaron que estaban siendo atacados. Laura saltó de la cama, tirando a Andrés al suelo, y ambos comenzaron a correr como si estuvieran en medio de una película de terror.
La verdad revelada
Después de minutos de caos, Andrés finalmente logró matar a la intrusa y se quedó sin aliento en el suelo.
—Dios… casi me matas de un infarto —dijo Laura con el pecho agitado.
—Yo solo quería salvarte —respondió Andrés, aún tirado en el piso.
Hubo un momento de silencio. Luego, Laura comenzó a reírse.
—No puedo creer que me desperté con mi esposo encima de mí… por culpa de una cucaracha.
Andrés suspiró.
—Sí… lo peor es que ni siquiera pude hacerme el héroe como quería.
Esa noche, Andrés durmió en el sofá, no como castigo, sino porque Laura no iba a meterse de nuevo en la cama hasta estar completamente segura de que no había más sorpresas.