Daniel despertó con un dolor de cabeza insoportable. La luz que entraba por la ventana le quemaba los ojos y su cuerpo se sentía pesado. El olor a alcohol todavía impregnaba su piel. Se llevó una mano a la frente y trató de recordar lo último que había pasado en su despedida de soltero.
Pero entonces sintió algo extraño. No estaba solo en la cama.
Su respiración se detuvo cuando giró la cabeza y vio a una mujer desconocida durmiendo a su lado.
—No… esto no puede estar pasando —murmuró, sintiendo un escalofrío recorrerle el cuerpo.
Su mente se puso en blanco. ¿Quién era ella? ¿Qué había hecho? ¿Había traicionado a Julia, su prometida, a solo un día de casarse?
El Vacío en su Memoria
Con el corazón latiéndole con fuerza, Daniel se incorporó lentamente, tratando de no despertar a la mujer. Miró alrededor de la habitación de hotel y vio botellas vacías, ropa desordenada y restos de lo que había sido una fiesta salvaje.
Se llevó las manos al rostro. No recordaba nada.

La noche anterior, sus amigos lo habían llevado a celebrar. Sabía que habían bebido demasiado, pero… ¿realmente había cometido un error tan grande?
Antes de poder seguir procesando, la desconocida se removió entre las sábanas y abrió los ojos.
—Buenos días —dijo con una sonrisa.
Daniel sintió un nudo en la garganta.
—¿Quién… quién eres?
Ella se sentó lentamente, con el cabello despeinado y una expresión divertida.
—¿No te acuerdas de mí? Vaya… lo pasamos bastante bien anoche.
Daniel sintió cómo la culpa lo consumía. No podía casarse con Julia sin saber qué había pasado realmente.
—Yo… ¿hicimos algo? —preguntó con miedo a la respuesta.
La mujer lo miró por un segundo y luego… se echó a reír.
—¡Tranquilo! No pasó nada entre nosotros.
Daniel parpadeó, confundido.
—¿Cómo que no?
—Anoche estabas tan borracho que apenas podías hablar —explicó ella—. Me encontraste en la fiesta porque soy amiga de uno de tus amigos. Dijiste que necesitabas descansar y me pediste que te ayudara a llegar a tu habitación. Como te vi tan mal, decidí quedarme para asegurarme de que no hicieras una locura… pero lo único que hiciste fue roncar toda la noche.
Daniel sintió que podía respirar de nuevo.
—Dios… no tienes idea del susto que me diste.
—Lo imagino —respondió ella, divertida—. Bueno, ahora que sabes la verdad, tal vez quieras ir a prepararte. Te casas mañana, ¿no?
Una Segunda Oportunidad
Daniel salió de la habitación sintiéndose renovado. No había arruinado su boda. Pero la experiencia le enseñó una lección: había estado a punto de tirar todo por la borda solo por una noche de locura.
Esa misma tarde, fue a ver a Julia. La abrazó más fuerte que nunca y le prometió algo en silencio: nunca más pondría en riesgo lo más valioso que tenía en su vida.